Era una calurosa mañana de diciembre y tocaba abrir los regalos. Para mi sorpresa me regalaron un perrito llamado Toby. Era un perro muy bonito y pequeñito. Todos los días paseábamos jntos y cada vez que me veía se ponía muy contento y saltaba. La vedad, era un poco travieso ya que se metía por debajo de la verja y se comía las zapatillas del vecino y las rompía. Yo le quería mucho.
Cada vez se hacía más grande, pero seguía siendo igual de cariñoso. Un día, fui a acariciar a mi perro. Después de tres minutos se puso en mis muslos y cerró los ojos... Después me levanté pero no se movió. Yo le empecé a acariciar pero no respondía. Había muerto. El veterinario me dijo que se le paró el corazón. Yo lloré mucho porque lo recordaba, recordaba aquellos lametones que me daba y cuando paseábamos juntos. Yo siempre lo recordaré, amigo.
Juan Manuel Frías, 1ºE
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